Al ‘raton moral’ hay que tenerle miedo.


Es un estúpido por haberte dejado. ¡bebamos!...

Hoy en día tengo 25 años. Sola, gorda y fea. Sin trabajo, ni novio y ni cincuenta bolívares para comprar cigarros. Y lo más importante, años que no me han roto el corazón. Años sin sentir ese despecho maldit* que acaba con el alma, con los huesos, con uno…

Y les soy sincera, a veces extraño el despecho. Uno llega a estar tanto tiempo ‘despechado’ que comienza a malacostumbrarse y se ha de sentir bien con ello. Pero tengo dos años que no me siento así. Y puedo agradecer al respecto.

El despecho para mí en cierta forma me gusta porque me hace abrir Microsoft Word y me hace escribir. De lo que siento, de lo que veo, me hace drenar, me hace darme cuenta en lo que esta mal, en lo que estoy bien, en lo podrida que esta este mundo con los hombres, en lo existencial que yo podría llegar a ser…

A veces no entiendo los despechos de otros. Hay unos que le dan por salir a destruirse con sus amigos y otros que le dan por ver televisión, escuchar música e ir al cine con su mejor amig@. Yo soy más del primero que del segundo. Creo que de sufrir el segundo me estaría ahorcando con la sábana de la cama –hipotéticamente-.

Creo que los que tienen el primer tipo de despecho olvidan más rápido. Están más activos, con su cabeza pendiente de una bebedera, pendiente de quién compra qué, en dónde es el point para reunirse y que de seguro conocerá otras personas que hablarán de cosas ‘interesantes’ que no sea del ‘desamor’. Este despecho da el ataque cuando uno está más prendido que borracho. Al ‘ratón moral’ hay que tenerle miedo. Este despecho aunque no lo crean tiene horario. Dura alrededor de cuatro a cinco horas al día de los findecitos. Mis despechos son así con la diferencia que regresan al otro día con todo y resaca, L.

Mientras que el segundo, creo que es más tipo despecho de entregarse. Es el despecho más intenso. Este despecho te va a matar lentamente si tienes una vida rutinaria, por ejemplo: llegas a las cinco de la tarde del trabajo y ves televisión, o escuchas música o sales al cine; date por muerto. Y más con ese celular al lado sin sonar. Tienes tu cabeza más en qué quieres escribirle para ver si hay oportunidad de volver que en vez de buscar cosas que hacer; de entretener la cabeza en otras cosas. No me pregunte ¿qué cosas? porque yo nunca he podido hacer esto.

La verdad es muy distinto cuando no eres tú el despechado si no algún conocido. No sabes qué aconsejar ya que tu eres el peorcito en cuestiones de despecho. Por ejemplo: Yo siempre soy la que sufre, la que se entrega al despecho, la que llora, llama borracha, cuenta todo el peo, la borracha-impulsiva pues, y no como el ‘reservado’ que está como si nada en la vida, como que no le doliera. Yo no pudiera. Yo tengo que decir lo que siento porque sinó, no estoy bien. Escribiendo(le), contándoselo a una amiga o a un extraño en alguna bebedera, pero desahogándome.

A veces uno no sabe qué reacciones pueden tener las personas más allegadas a ti en cuanto al despecho; ya que en tu vida, en esos años que tienes conociéndose nunca la has visto despechada. Esa persona te ha visto en tus peores momentos de despecho, te ha calado las borracheras, los vomitos, las canciones, los gritos que le haces al ex que no está, en fin, todo, pero nunca sus despechos.

Uno no sabe qué hacer, qué decir, qué aconsejar. Yo no sería la persona adecuada para aconsejar ya que la cago a la hora de despecharme. La cago de forma considerable que sería estúpido de mi parte aconsejar lo que hago.

Yo simplemente lo que puedo hacer es acompañarlo en su despecho mientras bebo, fumo y le digo: Es un estúpido por haberte dejado. ¡bebamos!...

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