"No digas que NO si no lo has probado".

Amo a Botero…

Todo el mundo que me conoce desde pequeña sabe que soy gordita. Claro, uno que otro que presenció la etapa en la que estuve flaca y demacrada. Pero que a la final seguí siendo gordita.

Dicen que la mayoría de las gorditas son simpáticas, amables y serviciales. Afectivas, entretenidas y que hasta buen sexo oral hacen. No sé si será verdad, pero si hay algo de cierto en todo esto es que somos simpáticas, conversadoras por excelencia y melosas a morir.

Yo no es que me encuentre muy orgullosa de serlo, pues, desde pequeña he tenido que lidiar con comentarios despectivos por parte de mi familia (materna) hacia mi contextura. Más sin embargo, he sabido tomarlo con galletita de soda.

Mi familia (materna), vale redundar, se preocupan por el qué dirán. Cosa que me lamento, pero bueh... Desde muy temprana edad han querido inculcarme que los hombres no les gustan las gordas; que prefieren una que coma bajo en grasas, se mantenga a fuerza de ejercicios de media hora, tenga una buenas tetas y un gran tulito. Sin dejar atrás que sean profesionales y estén estables económicamente.

Comentarios como: “Si sigues comiendo así te pondrás como una vaca y ningún chico le gustarás”. “No repitas de plato, eso es gula”. “Pareces un bollito malamarráo”. Esto y mucho más… Comentarios que he tenido que lidiar hasta el sol de hoy; engañando a mi subconsciente para que no me afecte en lo absoluto.

Yo evadía los comentarios con decir: Nah, el que me quiera. Me quiera como soy. Y ayudaba a mi ego diciendo: Soy una gordita pero bonita.

Mi abuela, mis tías y mi mamá siempre metiéndome cizañas para que no comiera más de lo debido. Y no obstante, dándome tesitos para evacuar, pastillas para adelgazar, cremitas, nutricionistas, fajas, etc… infinidades de cosas para que yo no fuera una gorda solterona – como decía yo -. Claro, que con mi hermana no tenían esa presión porque era flaca. Aunque nacimos con el mismo peso.

Como a los seis o siete años me diagnosticaron que tenía obesidad de tercer grado. Pesaba sesenta y cuatro kilos. En lo que era peor la vaina porque forzaban más las dosis de tesitos y pastillas. Sin contar las reiterados regaños y palabras despectivas que me afectaban con mi crecimiento. ¿Pipote? Era para que me vieran llorar desconsoladamente…

Poco a poco todos esos comentarios han afectado del alguna u otra manera mi autoestima. Así yo me niegue a admitirlo. Pensando que: Cuando gane mucha plata me haré la Liposucción y caso resuelto.

Me considero una gordita sin rollos alarmantes, aunque a veces ataquen esos fastidiosos deseos de rebajar para que el bluejean brasilero entre bien a la cadera; o que el vestido no me hagan ver como embarazada. Como lo que sea y si me gustaría repetir de comida, repito. Me encanta un mcdonalds, un Arturo’s, una hamburguesita, un spaghetti, etc. Aunque luego venga el remordimiento de conciencia.
A mis veintiún años sigo siendo gordita, y podría decir que (una parte de mi) se siente bien conmigo misma. He gustado y me han gustado chicos en la que he sido correspondida, fuera de lo meramente físico.

Así que les digo a todos esos chicos superficiales y preocupados del qué dirán: No digas que no si no lo has probado.
PD: Me gustan los gorditos, que lance la primera piedra el primero… jejejeje